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Culturalmente, arrastramos la creencia de que la exigencia conduce a la excelencia. Por eso la exigencia incomoda, presiona, empuja. ¿Dónde está el límite?

Hace unos días un niño ante un examen de inglés tuvo una crisis. Se bloqueó, pidió salir del zoom, gritaba “No puedo, mamá, no puedo”, llantos, angustia, nervios. Decidió darse una ducha y entró al baño. Cuando salió la mamá lo abrazó, le pidió que se tranquilice que todo estaría bien, y recién ahí con un impulso desde adentro fue a rendir el examen. ¿Resultado? Se sacó una nota mayor a 7, y los hechos quedaron en el olvido. 

Cuando le pregunté a la madre qué opina si el niño aprende sólo para adquirir conocimientos, y evita ir al instituto, los exámenes y esas situaciones de extremo estrés para él (y para ella, por supuesto), me dijo, “No, yo quiero que mi hijo “rinda”, llegue a obtener el First Certificate in English (FCE) porque le servirá en un trabajo, o en la Universidad.”

Entré en reflexión…

¿De dónde vienen estos mandatos? 

Damos por sentado que sucederán determinadas situaciones a futuro cuando lo único cierto es el aquí y ahora, el momento presente.

¿Sabemos si ellos irán a la Universidad?. ¿O cómo será la Universidad en 10 años?. Peor aún, ¿existirán las Universidades?

¿Sabemos si el inglés seguirá siendo el idioma más hablado, o será el chino? ¿O si las empresas pedirán esos certificados o simplemente reclutan recursos humanos por su experiencia? ¿si esos certificados tendrán validez o existen otros modos de demostrar conocimientos más personalizados? ¿Y si ya están los robots haciéndolo todo?

Exigimos (aunque tiene el disfraz de “lo estamos educando») a los niños de hoy, con una mentalidad y creencias instauradas de hace 20 o 30 años y no sabemos qué pasará en el mundo en 10 o 20 años. 

Y si no, pensemos en lo que sucedió en el 2020 con la pandemia.  Es un claro ejemplo.

En solo un año, cambió todo: aceleró procesos, digitalizó hábitos, eliminó estructuras rígidas. Hoy es impensable hacer fila en un banco o presentar un cheque físico.

Entonces, la exigencia…

  • ¿es un acto de amor… o una trampa emocional que solo nos aleja del disfrute y del presente?
  • ¿es una herramienta que impulsa a la excelencia, o solo una trampa que desgasta y desconecta? 
  • ¿es una actitud que merece ser alentada en tanto mueve hacia la excelencia, o por el contrario, sólo tortura a quien la padece y no conduce a la excelencia que aspira a promover? 🤔🤔

¿Y si miramos hacia adentro?

Así como los juicios que emitimos hablan más de nosotros mismos que de la persona juzgada,  la exigencia hacia otros también habla de nuestras propias exigencias internas, pero no se ven, esa vocecita interior que no calla. Que dice: “tenés que”, “deberías”, “no es suficiente”… 

Pues, afuera manifestamos lo que somos adentro.

La exigencia es el nombre de la calidad de la relación que existe entre un exigidor (exigente) y un exigido. La meta, es el tercer componente, que el exigente demanda alcanzar al exigido.

Entonces…

  • Un exigente
  • Un exigido
  • Y una meta que se quiere alcanzar

Cuando el exigente no mide el trato ni los efectos del trato en el exigido por estar enfocado únicamente en alcanzar la meta, hablamos de exigencia disfuncional.

Un sencillo ejemplo es recordar a Maquiavelo que decía “El fin justifica los medios!”

Una sencilla metáfora que ilustra esta relación es la del jinete y el caballo. El aspecto exigente es como el jinete que quiere llegar hasta la colina y ésta se encuentra a unos kilómetros de distancia. Se siente tan atraído por esa meta que deja de percibir a su caballo (el exigido) y no sabe si tiene hambre o sed o está cansado. Inicia su galope dando por sentado que su caballo se halla en condiciones de llegar y que sólo está esperando sus indicaciones para hacerlo.

¿Resultado? El caballo puede obedecer, sí, pero también agotarse, resentirse, desbordarse… o frenarse del todo.

En la medida que el exigente no contemple las condiciones del exigido, inexorablemente, la respuesta será de sometimiento superficial y rendirá cada vez menos. Además, va acumulando malestar, enojo y resentimiento que, se manifestará, de forma sutil al comienzo y, si no se resuelve, de un modo cada vez más ostensible y explosivo.

La buena noticia: se puede sanar

Como toda emoción, la exigencia se puede transformar.
Pasar de disfuncional a funcional.

¿Cómo aprende el exigente la nueva actitud que el aspecto exigido necesita?

1º- Primero, teniendo la oportunidad de conocer y escuchar al aspecto exigido, lo cual le ayuda a reconocer que, efectivamente, existe como un ser con vida propia.

2º- Segundo, comprobando el aspecto ineficaz y destructivo de su actitud en la productividad y salud del exigido

3º- Tercero, darse cuenta que el aspecto exigido no es su súbdito sino su socio igualitario.

4º- Cuarto, recordando la fórmula: consultar, proponer y respetar.

Exigencia vs Excelencia

Culturalmente, tenemos la creencia que la exigencia lleva a la excelencia, de ahí la exigencia. 

Pero no.

Porque la actitud de excelencia hace referencia al cuidado y al interés de encontrar el mejor modo de hacer las cosas. Y, en la relación exigente-exigido habitual (disfuncional) se omiten las condiciones en las que se encuentra el exigido y los modales se pierden.

Por esta razón, la genuina excelencia es resultado de un estado de excelencia interior. La excelencia interior significa relaciones internas armónicas, respetuosas y fértiles. En este marco, la relación exigente-exigido es funcional, el rendimiento es sostenido, y se retroalimenta en la experiencia de su propio disfrute, aprendizaje y crecimiento.

Parafraseando el dicho popular: la excelencia bien entendida comienza por casa.

Sólo con una atmósfera interior de bienestar con la tarea, es posible dar el máximo posible, contrariamente a la cultura que tenemos instaurada del “todo con esfuerzo”. Mi maestra coach me repite una y otra vez: “Tiene que ser fácil, sin forzar, sino, no es”.

💻 ¿Te resuena esto?
Te invito a bucear más en estos temas en la nota de blog “Cómo transformar las emociones”. Y si quieres ir mas profundo, mediante el programa «Reina de tu Destino«.

Gracias por leer!!!

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Un abrazo, Laura.

Coach, marketinera y fundadora de WOWness.-

Mi web: www.soylauradelgado.com