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Spoiler alert: el ego no es tu enemigo.
No se viene a erradicar ni a hacer desaparecer con un mantra de cinco sílabas.
El ego se sana. Se comprende. Se integra.
Y, a veces, también se ríe con nosotras.

En esta nota te invito a reflexionar sobre el ego y sobre cómo dejar de pelearte con tu parte más insegura (y empezar a entenderla).

Durante mucho tiempo me pregunté:
>>> ¿Y si el problema no es tener ego, sino no saber cómo tratarlo?

No te pasa solo a ti: esa vocecita que te dice “no puedes”, “vas a hacer el ridículo”, o “mejor ni lo intentes” vive dentro de todas.
A veces la confundimos con la realidad… pero en realidad, es solo nuestra parte más temerosa hablando en voz alta.

Entonces, ¿qué hacemos?
¿Le discutimos? ¿Lo ignoramos? ¿Lo abrazamos? ¿Nos enamoramos de él?

Justo eso vengo a compartirte hoy. Porque cuanto más luchas contra tu ego, más fuerza toma.Pero cuando empiezas a observarlo, a escucharlo sin identificarte, algo mágico sucede: te vuelves más libre, más consciente, más tú.

¿Te atreves a mirarlo con otros ojos?

La paradoja de vivir con ese compañero interno que tanto ayuda… y tanto sabotea

El otro día hablaba con una amiga sobre este tema y le dije:
—El ego es una cosa muy loca… ¡es el que más nos boicotea! Te susurra: “No podés”, “Eso te queda enorme”, “Te vas a caer”. O sea…yo solo quería grabar un reel… y el ego ya escribiendo el guión del fracaso.
La lista de frases que nos sabotean es interminable.

Y lo peor: muchas veces ni siquiera vienen del exterior.
Vienen de dentro. De esa voz que suena como la tuya… pero que en realidad es una vieja grabación.
Con tono de padre autoritario, adulto exigente o profe de matemáticas.

Mi ego y yo (una historia de desconfianza y reconciliación)

Cuando era más joven, una mirada desaprobatoria me arruinaba el día.
Si alguien se reía por detrás, creía que hablaban de mí.
Si no me invitaban a un plan, era porque algo había hecho mal.
Tenía que ser perfecta para merecer amor.

Todo esto, spoiler nuevamente:
no era real.
Era el ego.
Mi ego. Tu ego. El ego. Ese eterno incompleto, en construcción, inseguro, adicto a la aprobación y a la validación ajena.

La susceptibilidad del ego es infinita porque, por naturaleza, vive buscando una identidad sólida en un mundo que cambia todo el tiempo.
Cualquier crítica es un ataque.
Cualquier “no” es un rechazo personal.
Cualquier silencio… es porque nos odian.

Pero claro, el ego no es malo. Solo necesita ser entendido.

El círculo vicioso del ego que se defiende

(o el día que mi coachee decidió no defenderse y se sintió más fuerte)

Una vez, en sesión, una coachee me contaba que había tenido una discusión con su hermana por un tema mínimo: “Me dijo que siempre me hago la víctima, y yo me puse como loca.”

Lo interesante no fue la frase en sí, sino lo que pasó después:
—Le iba a responder con todo, como siempre. Pero de repente, algo se frenó dentro de mí. Me levanté, le dije que no quería seguir discutiendo y me fui. Ni grité, ni lloré, ni lancé indirectas. Solo… me fui.

Y aunque todavía estaba removida, había algo en ella que brillaba.
Le pregunté:
—¿Y por qué crees que no reaccionaste como otras veces?

Me miró y me dijo:
—Porque ya sé que me duele por algo mío. Yo también me lo digo. Que soy frágil, intensa, que no sirvo para sostener nada. Entonces, cuando alguien lo menciona, salto como si me hubieran tocado una herida abierta.
Pero esta vez me escuché y me dije: “no quiero seguir defendiéndome de algo que sé que no soy”.
Y en vez de ponerme la armadura, respiré. Me fui. Y ¿sabes qué? Me sentí fuerte. En paz.

Se quedó en silencio unos segundos. Después suspiró y dijo:
—Me paso la vida tratando de parecer alguien segura, fuerte, perfecta… cuando en realidad, eso es lo que más me agota. Creo que me duele más fingir que mostrarme como soy.

Entonces le pregunté:
¿Qué cambiaría si dejaras de fingir y empezaras a mostrarte?Se quedó en silencio.
Y ahí, empezó algo distinto.

¿Para qué sirve el ego, entonces?

El ego no es el villano de la película. Es solo un personaje malinterpretado.

Nos da forma. Nos da estructura. Nos ayuda a construir una identidad, a saber quiénes somos, qué elegimos, qué nos gusta y qué no.

Gracias al ego podemos transitar la vida con un “yo” que tiene nombre, historia, preferencias y límites.
Nos permite diferenciarnos, poner foco y tomar decisiones.

Y aunque muchas veces lo sentimos como una parte incómoda, el ego no quiere sabotearnos. Lo que quiere es protegernos.
Solo que aprendió a hacerlo hace años —cuando éramos pequeños, vulnerables, y necesitábamos adaptarnos para encajar, ser queridos, sobrevivir.

Hoy ya no somos esa niña, ese niño… pero tu ego todavía actúa como si lo fueras.
Y ahí empieza el cortocircuito: usamos una estrategia vieja para una realidad nueva.

Diversos estudios de neurociencia afirman que entre el 90 y el 95% de nuestras decisiones diarias son tomadas por el inconsciente. Y adiviná quién está ahí: sí, el ego.

Por eso, en lugar de intentar eliminarlo, el verdadero trabajo es hacerlo consciente.
Entender cómo opera. Desde cuándo. Para qué.

Porque cuando empezás a mirarlo con compasión —en vez de pelearte con él— todo cambia.
Se abre un espacio nuevo. Más amable. Más verdadero. Más tú.

En un mundo donde los egos andan con vendas…

Nos han vendido que para ser “alguien” hay que tener, aparentar, pertenecer.
Nos enseñaron que para valer hay que demostrar.
Que ser visibles es más importante que ser reales.
Que hay que encajar, rendir, lucir impecables.

Nos dijeron que mostrarse vulnerable es perder.
Y que si algo duele, mejor taparlo.

Pero la verdad es otra.

Sanar no es esconder la herida.
Es mirarla con honestidad.
Es dejar de sostener personajes.
Y empezar a habitar lo que somos.

Y en ese proceso… tal vez todo empiece por mirar hacia dentro.
Sin máscaras. Sin armaduras.
Con cicatrices… y con todo lo aprendido

Sin juicio, con ternura.

¿Y si empezaras a mirar a tu ego como un niño que necesita cuidado?
No se trata de eliminar esa voz interna, sino de darle otro lugar.
Decirle: “Gracias por intentar protegerme, pero ahora elijo otra forma”.
Hablarle con humor. Con paciencia. Con compasión.

Porque nadie lo tiene todo resuelto.
Y aún así, en nuestra imperfecta incompletitud, somos suficientes.


¿Te resuena esta mirada?


En el programa Reina de tu Destino revisamos todo esto desde una perspectiva transformadora:
sanar creencias, comprender los mecanismos del ego y conectar con tu verdadero valor desde un lugar consciente.

👉 Descúbrelo aquí o sígueme en mis redes @soylauradelgado para más historias que te devuelvan a tí.
(Y a tu ego, también).

Gracias por leer!!!

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Un abrazo, Laura.

Coach, marketinera y fundadora de WOWness.-

Mi web personal www.soylauradelgado.com